La maternidad es probablemente el
hecho más importante en la vida de muchas mujeres, ya que se crea un vínculo
con sus descendientes desde el momento del nacimiento que nada puede romper. Es
difícil plasmar ese vínculo en unas líneas, que cada uno vive con mayor o menor
intensidad. Para rendir culto a la
maternidad se han venido celebrando distintas festividades a lo largo de la
historia, como en la antigua Grecia se hacía con la diosa Cibeles o en el
antiguo Egipto con las ofrendas a la diosa Isis.
A lo largo de los siglos, y
dependiendo del país en el que tuviese lugar, esta celebración podía derivarse
de un hecho religioso o tal vez se fijase por unos más terrenales motivos
históricos. En la religión Católica se suele asociar la maternidad con la madre
de Jesús de Nazaret, con lo que el Día de la Inmaculada se eligió como la fecha
en la que celebrar tan especial hecho. Eso fue así en muchos de los países en
los que influía dicha religión en la política.
Con la llegada del Siglo XX, al
igual que pasó con el Día del Padre (que ya hemos visitado en esta página) en
los emergentes Estados Unidos de América una profesora llamada Anna Marie Jarvis
inició una campaña para que ese día se fijase en el
segundo domingo de mayo, recordando a su fallecida madre, luchadora a favor de
los derechos de las mujeres. Unos años más tarde se oficializó esa fecha, y se
extendió poco a poco por un gran número de países.
Sin embargo, como suecede con muchas
celebraciones, el Día de la Madre comenzó a adquirir un preocupante cariz comercial que no
es del agrado de todos, e incluso la propia promotora luchó en sus últimos años
contra esta mercantilización de una celebración tan especial, en el que se comenzaban a vender tarjetas preimpresas, eliminando el ritual de que los hijos confeccionen con todo su cariño el obsequio a entregar a su madre. Esa (2º domingo de mayo) fecha es la más
extendida, pero en España se decidió cambiar el día (la Inmaculada) para pasar
a celebrarlo en el primer domingo de mayo, el considerado mes mariano.
Independientemente de la fecha en
la que se celebre, conmemorar el día para agradecer el más importante regalo
que una persona puede hacer, la propia vida, no está de más en ningún caso. En
la Literatura nos vamos a encontrar con infinidad de relaciones materno-filiales que, como la
vida misma, pueden pintarse de multitud de colores y algunas son más enriquecedoras que otras.
Si os parece podemos ver algunos
ejemplos en los que la madre tiene una importancia notoria en algunas historias
que salieron de la pluma de autores. El empezar con Úrsula Iguarán es comenzar con
una mujer con la fuerza suficiente para encarar el presente y el futuro, capaz de superar cualquier adversidad con tal de sacar adelante a su
familia. Durante su larga (larguísima) vida se sobrepone a penurias y disfruta las alegrías
que le suceden a los suyos durante las historias pensadas por Gabriel García Márquez en nada más y nada menos que “Cien años de soledad”.
El conmovedor papel que tiene que
desempeñar Joy Newsome, que fue secuestrada por “El viejo Nick” y mantenida en
un cautiverio que la mantiene en una sola habitación, no puede dejar indiferente a nadie. En dicha habitación sufre
abusos de todo tipo, hasta que a raíz de sus violaciones incluso da a luz a su hijo Jack. Desde ese
momento Joy intenta que Jack tenga la mejor vida que es posible recibir en ese estado,
y agudiza los sentidos para lograr encontrar una grieta en el día a día a
través de la cuál pueda finalizar el cautiverio de Jack. Es el resumen de una
historia dura como pocas, que nos trae una figura materna con muchos quilates.
Podemos encontrarnos con la historia de Joy y de Jack en “La habitación(Room)”, de Emma
Donoghue.
Otra madre que puede considerarse
de alguna manera una especie de modelo es Margaret March (Marmee), esa mujer
que ante la adversidad decide poner toda la carne en el asador para inculcar ética
a sus hijas y comportarse en todo momento de la forma adecuada respetando a los demás y a sí mismas. Louisa May
Alcott pensó y desarrollo el personaje de Margaret como el complemento perfecto
para que sus “Mujercitas” pudiesen desarrollarse.
Un caso de madre decimonónica,
pero cuyas aspiraciones para sus hijas son menos éticas y buscan más la
comodidad material de sus hijas que el desarrollo espiritual y personal es el
de la señora Bennet, cuya torpeza hace que ponga en peligro su objetivo
principal en esta vida, que no es otro que casar a sus descendientes con
hombres bien posicionados económicamente. Es uno de los personajes menos
populares creados por Jane Austen, que ameniza las páginas de “Orgullo y
prejuicio”.
Me voy a permitir una licencia,
ya que, aunque no se trata de su madre, el último personaje que voy a visitar
es muy importante en la vida de estos niños que pasan sus días en Marias
Coulee, un pequeño pueblo de Montana, en el que Rose mimará a los Milliron como
si fuesen sus hijos, tras haber conseguido el puesto de Ama de llaves en su
casa con su breve pero efectivo anuncio: “No cocina pero no muerde”. Con tan
curiosa presentación conoceremos al personaje ideado por Ivan Doig y que
enriquece las páginas de “Una temporada para silbar”.
Como sabemos, hay miles de
personajes que representan las interminables relaciones que se establecen entre
madres e hijos desde el momento de la concepción e, incluso, más allá de la
muerte. El día de hoy (en algunos países) es un digno recordatorio para la
mujer que nos ofreció el mayor don que podamos pedir: la vida. Así que
felicidades a todas las madres en un día tan especial.